jueves, 12 de diciembre de 2013

Un lugar diferente

Las despedidas apestan a nostalgia y Loida lo sabe. Para su padre es frustrante verla partir sin tener algo que decir. Loida, de seis hijas, la menor, la rezagada está por partir. Las otras cinco también se han marchado, aunque no todas a la capital. María y Josefa viven en el vecindario, cada una con su marido e hijos. Lucrecia vive y trabaja en la zona 1 en comedor. Las otras dos, gemelas, murieron al nacer.
 Los días de Septiembre se terminaron y le trajeron una noticia inesperada. Debe preparar rápido sus maletas, cosa que será fácil pues no tiene muchas pertenencias. Esa es la última noche que dormirá con sus papás.

Con el insomnio te visita, llega con planes de quedarse y Loida pasa en vela toda la noche, sin llorar, llorando en silencio. Su señora madre la acompaña a la terminal buses. Allí están las dos paradas, como vigías que se adelantan al sol, esperando a la camioneta que la dejarán sin la última hija, la más pequeña. 
––Hacés todo lo que te pidan no quiero que me vaya a llamar la doña diciéndome que le salistes chueca ––dijo la madre fingiendo que no la extrañaría. Loida, de catorce años, asintió.
Como en toda terminal de buses, todas las personas corrían de un lado para otro, como almas en pena sin saber donde posar. Loida callaba, los ojos negros delataban el oscuro miedo que tenía de partir lejos de casa. Pocas veces a sentido tanto miedo, y estás es una de esas ocasiones donde el miedo es tan real que se respira. Tiene temor de no ser lo suficientemente buena como para durar en ese lugar a donde va. Tantas preguntas… ¿Cómo será la familia? ¿Serán buenos? ¿Les caeré bien? ¿Qué voy hacer? ¿Dónde voy a dormir? ¿Cómo me trataran los señores de la casa?, demasiadas preguntas como para enumerarlas todas. Una niña de 14 años proveniente de San Marcos puede ser muchas cosas, menos una tonta. Loida sabe que la vida le está a punto de cambiar, para bien o para mal.

 Son las cinco de la mañana y a Loida le tiemblan los dientes, pero no de frío, cualquiera que provenga de San Miguel Ixtahuacán, San Marcos a aprendido a vivir en el frío. Le tiemblan porque la incertidumbre no la deja tranquila, la inquieta. A sus catorce años conoce muy bien el significado de la palabra racismo. Tiene miedo de ser discriminada, aunque le han dicho que la familia para la cual trabajará es buena, ella no se siente segura.

Recostada en la ventana del bus mientras observa el paisaje con la mirada perdida, se imagina otra vida, una vida donde no tiene que trabajar cuando le toca ser niña. Una vida donde sus padres deben ser…y son quienes le proveen todo lo que una niña de catorce años necesita. No es la primera muchacha proveniente de algún departamento, la que deja su familia para ir a trabajar a la capital, pero Loida se pregunta si acaso todas pasan por este proceso tan complicado. A  nadie le interesa lo que a una niña o señorita le pueda pasar, emocionalmente hablando, al momento de ir a trabajar para una familia en la capital, a nadie…bueno a casi nadie, excepto a las que les toca que pasar por esa experiencia. Las horas son cortas, está absorbida por esa vida ideal, que no se da cuenta que cada vez se aleja más de su antiguo hogar.

photo credit: Lon&Queta via photopin cc

Dos lagrimas se escapan de sus ojos y se abren camino en sus mejillas, con toda la brusquedad del caso Loida borra con sus manos ásperas el rastro de esa nostalgia salada que le cruza el rostro. Ya no es tiempo de recordar cuando era apenas la chiquita de la casa, ya está grande.  Es ahora, el bus está en la Capital y tiene que bajar.





Continuara…mañana.