miércoles, 25 de septiembre de 2013

La Sombra -Completo-

Gracias por la espera.

 Acá está el cuento completo. Sugiero lo leas todo, por dos razones:
a) la primera parte fue publicada hace semana y media y es probable que hallas perdido el hilo de la historia
b) el cuento ha sido editado y esta es, espero, su versión final


Primera Parte (Editado)




1


Caminaba como dueña de la tierra. Sus pasos reflejaban la autoridad con la que se imponía. Entró con sus dos amigas al restaurante, el cual está ubicado en una de las plaza más ostentosas de la ciudad. Afuera hacía frío, el cielo despejado dejaba ver las estrellas. Él permanecía de pie, mirando hacia arriba las luces  del cielo, logró distinguir una, y aún con la mirada cansada, sonrió con tristeza. Era de color rojo escarlata, su destello era diminuto, pero intenso. Esa estrella, la de su color favorito, le recordaría siempre lo que él aspiró a ser y nunca logró.


Poco a poco las personas se daban cuentan que la estrella de Jazz cenaba en el  restaurante de ventanas grandes. Los curiosos se juntaron cerca de la fuente, la cual adornaba el centro de la plaza. Esperaban que la muchacha saliera y con un poco de suerte conseguir un autógrafo.

 Él, constantemente miraba a los lados, tratando de encontrar algún sospechoso. Muy cerca de la media noche y con ese frío punzante que se te mete por los huesos, el guardaespaldas empezó  a temblar. La época navideña es helada y de nubes ausentes. Abría y cerraba los puños constantemente, esa era la única forma que tenía de ejercitar los dedos antes de que el hielo le entumeciera los dedos. Las horas pasaron y cada vez había menos gente en la plaza. Le llamó la atención la pareja de enamorados sentada  al lado de la fuente. Estaban abrazados de manera envidiable, cubiertos con una pequeña frazada. Ambos tenían gorros y guantes en las manos. El muchacho le hablaba al oído y el rostro de su acompañante reposaba entre el cuello y el hombro del joven. Soportar el frío era ya difícil, pero verlos ahí, disfrutando de la noche mientras el calor de ambos los mantenía en armonía, hizo que esa escena fuera una tortura para él. No podía evitar pensar en su amada, en sus besos y el hogar que sus abrazos ofrecían. Le dolía el pecho, pero no de frío, sino de impotencia. Extrañaba hablar de música hasta el cansancio con su hijo. Su sonrisa le hacía falta y solo pudo recurrir al vago recuerdo de ella, pues hacía un mes no los veía. 

Los turnos de guardaespaldas son extensos, la paga no es mala, al menos es suficiente para sostener a su pequeña familia con algunas comodidades, pero el precio que él estaba pagando era enorme. De todos los guardaespaldas que la artista tenía, él era en quien más confiaba. Quizás porque era el único con el que ella podía hablar de música. Él entendía muy bien la diferencia entre ritmo y melodía, cosa que sus compañeros de trabajo ignoraban. De tal manera que su contrato le permitía un fin de semana libre cada mes. Los demás guardias tomaban turnos diurnos o nocturnos, pero él estaba con ella siempre. Así lo había querido la muchacha. Le inspiraba confianza, y por alguna razón ella creía que él entendía su música, o lo que transmitía con ella.

   ––De igual manera la gente seguirá comprando tus discos ––dijo con un tono despreocupado––. Lo importante es que cumplas con el contrato de la productora.
   ––Si, lo entiendo. Es la reacción de mis admiradores la que me preocupa. Siento que  este disco no sigue la línea de los anteriores.
   ––Ya te lo dije, eso no lo sabrás hasta el momento en que el disco salga a la venta. A mi parecer, el disco es perfecto. Quizás tan bueno como el anterior.

Salieron del restaurante y las amigas de Aby Sert se despidieron. Mario la escoltó hasta la camioneta que los esperaba fuera de la plaza. Durante el trayecto los tres permanecieron en silencio. Era raro, ella siempre hablaba por teléfono con alguien, pero esa noche solo miraba por la ventana. 


2



Se dirigió a su habitación y se cambió el traje de corbata por un sudadero, pantalón de lona azul, un gorro y guantes. En la parte trasera de la casa estaba guardada su motocicleta. Se puso el casco, vio el reloj, dio un suspiro de alivio y se dirigió a su hogar. Seguramente su esposa se habría dormido esperando como tenía por costumbre. Llegó cansado, intentó entrar de la forma más sigilosa que pudo, pero su esposa siempre lograba despertarse al escucharlo llegar. Se acercó a la cama y le dio un beso en la frente.

   ––Te hemos extrañado ––soltó un suspiro––. Dany compuso una nueva canción. Está ansioso por que la escuches.
   ––¡Eso es genial!. ––se sentó en la cama–– ¿Cómo es la canción?
   ––Ya sabes que no te diré. Eso estropearía la sorpresa que te ha preparado.
   ––Tienes razón, supongo que tendré que esperar hasta mañana. ––dijo de mala gana.
   ––Supongo que tendrás que esperar un par de horas. ¡Ya es sábado!

La esposa se quiso levantar para calentar la comida, pues apesar de ser las dos de la mañana, sabía que aquel hombre no había probado un bocado desde las cuatro de la tarde del día anterior, cuando tuvo tiempo de almorzar. Mario le dijo que no era necesario que se levantara. Ella insistió, él repitió las mismas palabras. Antes de calentar su cena, fue al cuarto de su hijo. Encendió la luz y parado en el lumbar de la puerta,  observaba todas las paredes del dormitorio. Estaban tapizadas con pósters de Charlie Parker, el saxofonista favorito de ambos. Se preguntó que tan distinto sería el nuevo disco de Abigail. En varias ocasiones habían hablado al respecto del disco. Él dio las recomendaciones que creyó pertinentes, pues después de todo, la música era el aire que respiraba.

Por la mañana Mario y su hijo salieron a correr como lo hacían de costumbre. 
Julio, de diecisiete años, se encontraba cursando el último año del colegio. Era un estudiante extraordinario. Había heredado el temperamento extrovertido de su madre, y su extraña  atracción por la música, de su padre. Quince días atrás Julio había sido uno de los nueve seleccionados por el director del establecimiento, para aplicar a una beca en Ciencias Económicas en la Universidad.Tenía uno de los mejores promedios ese año, y a pesar de ser un joven destacado en todas sus clases, especialmente las numéricas, él sentía que estaba destinado a tocar el saxofón que su padre dejó de tocar.

Corrieron por cuarenta y cinco minutos, y al llegar a la cima de la colina, el papá habló.

   ––Pensé que íbamos a mejorar nuestro tiempo.
   ––Yo lo habría hecho, de no ser por que tengo que llevar tu ritmo tan lento. ––le dio un pequeño empujón a su padre, mientras ambos reían.
   ––¿Ya estás preparado para el examen de la Universidad?.
   ––Sí. Pero tu sabes muy bien que ese no es el camino que quiero tomar.
   ––!No puedes desperdiciar la beca!
   ––!No puedo renunciar a mi sueño! La música es mi vida, y tú lo sabes muy bien. Es más, esta semana compuse una nueva canción.
   ––Eso me dijo tu madre ayer ––lo miró ansioso–– ya quiero que sea la hora de la cena para escucharla.
  
No era la primera vez que tenían conversaciones como esa. El guardaespaldas quería lo mejor para su hijo, pero sabía muy bien que vivir de la música no era fácil. Lo había intentado muchas veces antes que él naciera. A pesar de trabajar muy de cerca de una artista, se había dado cuenta que el talento por si solo no sería suficiente. Ni siquiera Aby Sert lo había podido ayudar, pues aunque lo había escuchado varias veces y había referido al muchacho con  un caza talentos, nada de esto había funcionado y después de dos años consecutivos de audiciones, Julio seguía soñando con la utopía de convertirse en lo que dos décadas atrás su padre soñaba ser. Una estrella de jazz. Si contar con la ayuda de ella fue en vano, ¿qué esperanzas tenía Julio?

Mario y su hijo siguen corriendo. Julio tomó una decisión y escogió el camino para el cual nació. No se conformará con nada menos que eso y su padre corre a su lado. Como una sombra. Cerca, muy cerca.









photo credit: [ changó ] via photopin cc





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