martes, 15 de abril de 2014

El precio de la Mentira


photo credit: Pierre Metivier via photopin cc 

En la primera entrada comenté que desde hace tiempo había tenido la inquietud de hacer un blog, pero que fue hace poco que me decidí hacerlo. Hoy quiero contarte las razones que me terminaron de convencer para que empezara a escribir aquí.

Recientemente vi un vídeo de una conferencia de Ray Bradbury, en donde él brindaba algunos consejos para aspirantes a escritores. Uno de ellos era un desafío, donde se debería de  escribir un cuento semanalmente. Ray creía que después de 52 semanas consecutivas escribiendo un cuento, alguna historia interesante tendría que surgir. A medida que la escritura se practicaba como una rutina de ejercicio, las probabilidades de contar historias de mejor manera, aumentarían. Me pareció interesante la propuesta. Hasta ese entonces ya había terminado de escribir el cuento sin nombre. Dicho cuento me tomó varias semanas por escribir. Si bien lo escribí en tres ocasiones diferentes, sí pasaron varias semanas de por medio para que lo terminara.

Como no tuve ningún tipo de presión por terminarlo, me tomé mi tiempo. Ahora las cosas son distintas, ya que me he propuesto escribir un cuento todos los domingos. Una cosa es escribir algo, otra muy diferente es publicarlo, aunque se trate de un sencillo blog.

La segunda razón y probablemente la de mayor peso fue el efecto que causo en mi, la clase de Eduardo. Hace unos días me inscribí en un taller de escritura creativa. Dado que esta necesidad por decir algo, aunque no tenga claro lo que quiero decir, se ha hecho cada vez más latente. Ayer hablamos de varios temas, pero uno de los que más me llamó la atención fue la reflexión final que Eduardo, mi maestro, hizo al final de la clase.

––Nosotros los guatemaltecos no somos directos, nos gusta ir por las ramas.
––Cero directos ––dijo el colombiano.
––Lamentable aceptarlo, pero cierto ––concluyó Rocío–– damos muchas vueltas para hablar.

La próxima semana discutiríamos nuestros proyectos de escritura. Ahí estaba yo, indeciso. No sabía si debía compartirles el enlace de mi nuevo blog. En los pocos días que tenía de conocerlos, pude darme cuenta que era personas muy analíticas, metódicas hasta cierto punto. Eduardo estaba por concluir la clase, justamente cuando alzaba mi mano.

––Quiero compartirles un pequeño proyecto de escritura. Acabo de abrir un blog, no es la gran cosa. Pero me gustaría me pudieran dar su opinión al respecto.

Titubeé al hablar. Quise restarle importancia a lo que estaba diciendo, lo cual es absurdo, dado que en toda la clase me debatía en el dilema interno sí decirles o no.

Me despedí de todos mis compañeros. Al salir por la puerta principal del salón me empecé a arrepentir de lo que había hecho. No había forma de que mi blog les pudiera parecer interesante a personas como ellos. Roberto es un psiquiatra, José es doctor en leyes. Rocío es poeta. Javier, el colombiano, ingeniero industrial. No estoy exagerando, mucho menos inventando una historia. En el momento que les dije el nombre de mi blog todos tomaron su lápiz o lapicero y empezaron a escribirlo en sus cuadernos de apuntes. En ese momento me di cuenta que era muy probable que lo iban a revisar durante el transcurso de la semana. Ya era demasiado tarde para arrepentirse. Solo me restaba pensar en una entrada que fuera lo suficientemente buena, si bien no para impresionarlos, por lo menos para obtener una buena crítica respecto a mi blog.

Durante todo este día he pensado acerca de que escribir, y he llegado a la conclusión de que no estoy dispuesto a convertirme en escritor mediocre. Me rehuso a la idea de escribir para gustar y me alegra que mi maestro de escritura y mis compañeros, al igual que tú, se encuentren leyendo esta entrada.

La vida es eso que pasa mientras pasamos buscando la aprobación de otros. Nos convertimos en mártires de nuestros propios sueños y anhelos, con tal de agradar a quienes nos rodean. Las críticas nos duelen. Les huimos como un prófugo huye de la justicia. Evitamos las confrontaciones en la medida que sea posible. Buscamos consejos mediocres que solo confirme una decisión ya tomada. Sólo de esa forma podemos tener la conciencia tranquila, sabiendo que alguien más nos aconsejo hacer aquello que ya estaba decidido.

Andamos por la vida con un rotulo que dice "Se compran mentiras". No se mira, ni se toca, pero es tan real como el aire que respiramos. Las mentiras son gratis, pero cuestan mucho. Sacrificamos la verdad por un consuelo banal. Preferimos un "después de todo no estuvo tan mal". Por lo general preferimos hablar con alguien que nos oiga, que con alguien que nos reta a superar a nosotros mismos. Nos sentimos aludidos cuando "después de todo" no dejamos de diferenciarnos del guatemalteco promedio. Comparamos mentiras cuando nos conformamos con palabras de ánimo vacías de sustancia, en lugar de palabras que incomodan y que como parte de un efecto domino provocan un cambio. 


Ya lo había dicho antes el rey Salomón: "Mejor es reprensión manifiesta que amor oculto." La mediocridad es gratis, pero cuesta todo.


Por cierto, ya quiero que sea lunes. Mis compañeros, seguramente, tendrán observaciones interesantes para mí.


photo credit: Bindaas Madhavi via photopin cc 





No hay comentarios.:

Publicar un comentario